domingo, 12 de abril de 2015

Gerardo David Curiá

Gerardo David Curiá nació en San Pedro en 1968, ciudad donde sus poemas fueron premiados en numerosas oportunidades por la biblioteca Rafael Obligado. Recibió numerosas distinciones por su actividad literaria. Ha integrado antologías en su país y en el exterior. Participó en varios festivales internacionales de poesía. Formó parte del taller literario “El Tren de la Palabra”. Condujo los ciclos literarios: ¨Las Vacas Sagradas¨ y  ¨Maldita Ginebra¨ y en la actualidad ¨Literatura Viva¨ junto a Lidia Rocha. Colabora con el ciclo ¨Interiores poetas del País¨. Publicó: Sol, iris, sueño (poesía), edición de autor, 1990; Crónicas de San Acustio (relatos), edición de autor, 2002; Quebrado Azul (poesía), Ediciones Patagonia 2004;  Serie los suicidas (poesía), edición de autor 2005; Caldén (poesía), Ediciones El Mono Armado 2008; Música del Límite (poesía), El Suri Porfiado 2010; El damero de los sueños (poesía),  La Mariposa y la Iguana 2013.











Poemas



Una flor extrema
sólo vive
en lo nocturno de la sombra
y en la primera luz
se enciende
hacia otra flor
 
ceniza de lo imperceptible


Una hoja seca
sobre el cuerpo de los escarabajos
     la leve inquietud
parece nacer en una ausencia

Qué velan los cuerpos al estremecerse
acaso la forma material de una música nacida en el silencio

y los escarabajos
se desamparan 

ya no hay refugio que no los llame al día



Música gris
la hostilidad del viento es un cristal sucio en naranjos
                        y en la gravedad
un hornero regresa
el vuelo se hace noche
                           en la medida del relámpago
se eleva en su cuerpo el aire que trae el agua       
                        no hay más refugio que su propia travesía
se abandona a la inclemencia
                                                alcanza su signo

en sus alas
la intemperie se rinde



Justo antes o justo después,
                                   el intenso sonido de la sombra
y la epidermis de las cosas se revela
oscilación de una hendidura que presagia el accidente
y lo real
llega
          a su estado de gracia




En el jardín de la palabra
                        la fruta imposible
                        se hace cuerpo

Acerqué mis manos
a la roca inasible,
          respiración de los árboles
          de antiguos bosques
sentí en mi piel
la tormenta

la nieve en la montaña
esconde al río
la abeja y la flor
de cada primavera


algún día
escribiré un poema de silencios



Seda en los acordes del viento
mi cuerpo
             es la piedra
            que desnuda su trama
no más
            que una armonía
                                   de arena
inasible filo en que la luz
                                   respira de su sombra
música
            del límite



Extranjero


En el umbral del relámpago 
un huérfano canta 
con sus manos


I


El extranjero
tiene en sus ojos
un mensaje
de quien podrías haber sido
para quien realmente eres

de sus pupilas
desciende muda
la huella de una ausencia
que mira desde siempre por primera vez


II


Misionero
de un tiempo huérfano de infancia
su piel siempre es lo triste
una belleza
 que ni siquiera la muerte

materia
en la línea del pánico

en su revelación se abisma
hasta hacerse sutil
del ala del fénix
una pluma
caída del fuego
hacia el río


III


ajeno de sí
            aguarda en el umbral
para ser el huésped

una pausa en el límite
donde  nadie es extranjero
y ni siquiera el alba
 reconoce       
su ausencia


Nieve del estío


Una mujer ha terminado de bañarse
 
Parada en el centro del vapor
se acaricia
 suavemente la espalda
con una toalla blanca
y una gota de agua tibia
cae
 de sus cabellos
 
Una mujer
secretamente hermosa
 
Se peina el amor
como una novia
 
La vida late
     debajo de la nieve




Arena negra en una copa


Descalza atraviesa una playa nupcial
hay noche aún sobre la carne
y desciende a las hogueras húmedas
perfume de bestia
en su dulzura

un ala fría en el relámpago

El amante desnuda sus cabellos
hay un silencio de serpientes

aún
la muerte y el rocío
ha llegado por fin
una sola sustancia llora entre sus piernas



Incandescencia del miedo en tus labios
donde soy ciego
un cuchillo en la inocencia
y el llanto dulce
entra en mis huesos como la obscenidad
hablan los manantiales de la noche
en el vértigo
de una infancia



 En sus manos
                        tiembla
un hombre
 amanece en el invierno
arena negra en una copa

y un hogar cae sobre la flecha



Apenas nunca
                                               y siempre


Construimos en el viento
una casa de huesos de ballena
 
Insectos de fuego
en las noches de noviembre
 
y al besarnos
se apagó una estrella gris
 
Nosotros
que de siempre y nunca hambrientos
éramos apenas dos pequeñas piedras
acunamos al lobo
con el agua
de un río de montaña
 
Lo demás
fue el tiempo
de un solo largo día
 






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