miércoles, 11 de marzo de 2015

Verónica Pérez Arango

Verónica Pérez Arango nació el 10 de mayo de 1976 en Buenos Aires. Publicó la plaqueta la desdentada (Casa de la Poesía de Buenos Aires, 2002), Camping (Bahía Blanca, Vox, 2010) y Un dibujo del mundo (Buenos Aires, El Ojo del Mármol, 2014; Ediciones Liliputienses, España, 2015). Participó de las antologías El Rayo Verde (Viajero Insomne, 2014),  Exit 75 (edición a cargo de Germán Weissi, Alejandro Parrilla y Laura Mazzini, 2014), Razones para vivir en la dicha (2013) y Quedar en lo cantado. Poesía argentina y dominicana (El fin de la noche, 2009). En el año 2001, obtuvo la Segunda Mención en el Concurso Provincial de Poesía “Ginés García” (jurado: Mirta Rosenberg, Irene Gruss y Jorge Boccanera). Trabaja como docente en escuelas secundarias y coordinando talleres de lectura y escritura.










Poemas de Un dibujo del mundo (El Ojo del Mármol, 2014)


*
El carácter del mar nos mantiene
alejados de las aventuras invernales, los picos nevados.
Nunca vamos a andar en trineo ni a untarnos
grasa de animal en la piel de la cara
para protegernos del cuchillo del frío.
Tampoco pensamos en dormir bajo las plumas
de un cisne o el pelo de un caballo manso.

A esta hora en la playa
nuestras pieles al sol se ven todas iguales
y el paisaje casi no se mueve
salvo por alguna gaviota o una ola
más grande que la anterior.
La arena vira del marrón al blanco porque es
todas las pieles del mundo.

Aquel hombre, por ejemplo,
carga castillos en un balde rojo
y la mujer a su lado se lame los labios.
No siente el gusto de la sal,
nace allí una gota de sangre.
A ellos les gusta dormir en camas con arena
con sábanas que raspan los talones
y las uñas partidas; pero vos
preferís la luz milagrosa del monitor.
Mandás un email a los amigos que están lejos
para darles un pantallazo de tu vida.
Escribís esta playa es idéntica
a otras playas
a todas las playas
que hay en el mundo.
Te alegra la ausencia de variedad
y no sentir que te perdés de algo.
Excepto por el tamaño de las olas
el color de la arena hirviendo
la caminata que se vuelve carrera,
las cosas viven en una medianía
de olor a crema, salitre, sudor y fruta.

Mi traje de baño se repliega como un caracolito
partido en miles de pedazos.


*
Tuve un sueño. La aventura
de atrapar un pez con las manos.
Dedos de niña que se aclaran bajo el agua.


*
La luz del verano adormece
las ganas de salir.
Cerramos los postigos aún sabiendo
que el color blanco va a colarse
por las hendijas, apagando los lomos
de los animales y los libros, y quemando
las plantas de interior.


*
El velo de novia como espuma marina
iridiscente
envuelve la mañana
y se hace luto.


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