miércoles, 11 de marzo de 2015

Denise León

Denise León nació en Tucumán, Argentina, en 1974, nieta de inmigrantes sefaradíes. Ha publicado Poemas de Estambul (Alción, 2008), El trayecto de la herida (Alción, 2011), El saco de Douglas (Paradiso, 2011), Templo de pescadores (Alción, 2013), Sala de espera (elCRUCEcartonero, 2013) y Poemas de Middlebury (Huesos de Jibia, 2014). Es Doctora en Letras e Investigadora del CONICET (Consejo de Investigaciones Científicas y Técnicas). Actualmente se desempeña como docente en las cátedras de Literatura Hispanoamericana II y Teoría de la Comunicación II en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán, Argentina. 











De El saco de Douglas, Paradiso, 2011

lo vimos partir con las cabezas inclinadas para no sentir el viento. Nos quedamos ahí sentadas, sin llorar, sintiendo que faltaba desde siempre. Era verano y mi madre me dijo no te saques los zapatos. Se escapó de Esmirna en un barquito que era el último. Sin despedirse. Tomó el último y se vino. ¿Iba sin zapatos para bajarse mi padre escapado del ejército turco? Dijo mi madre que se los había jugado a las cartas en el barco de venida y que me tuvo en los brazos cuando nací y que no me soltaba por nada del mundo. Sus dedos largos de ceniza me muestran la foto envejecida de la boda. ¿Estás viendo? Este es él y esta soy yo. ¿Y los zapatos? ¿Y los labios unidos de la novia que parecen cuidar una promesa? La foto también cruzó el mar y se inclina como arrodillada en el estante y el gesto de cuando se sacaba las pulseras. Sus gestos de ceniza que no tocan la tierra. Sus dedos largos soltaron mis dedos: sólo me quedaron las promesas.


(lo vimos partir con las kabezas echadas para no sintir el viento. Nos quedimos ahí asentadas, sin yorar, sintiendo ke faltaba desde siempre. Era enverano i mi madre disho no te quites los chapines. Se eskapó de Izmir en un vaporiko ke era l´ultimo. Sin despartirse. Topó l´ultimo i se vino. ¿Iba sin chapines para abajar mi padre, eskapado del ejército turko? Disho mi madre ke se los abía djugado a las kartas en el barko de venida i ke me tuvo en los brazos kuando nací i ke no me soltaba por nada del mundo. Sus dedos largos de ceniza me enseñan la stampa amofecida de la boda. ¿Estás viendo? Este es él i esta soy yo. ¿I los chapines? ¿I los labios apegados de la novia ke paresen kudiar una promesa? La stampa también cruzó la mar i se inklina komo arrodiyada en el estante i el gesto de kuando se kitaba las puseras. Sus gestos de ceniza ke no tokan la tierra. Sus dedos largos soltaron mis dedos: sólo me kedaron las promesas.)

voy a quedarme quieta para que nada se mueva. Yo, niña. Yo en mi casa sentada en la cocina. A través del humo que moja las ventanas se escuchan las campanas de las iglesias griegas. Voy hacia atrás para no saber lo que estoy tocando, para no saber que mi mano acaba en mis dedos, que mis dedos están muertos. Mi madre se me soltó de las manos como cuando se sacaba las pulseras. Tres meses dormimos juntas en el hospital en una camita de sillas. Tengo once años y voy hacia atrás. Veo el humo caliente de la cocina y me inunda el olor amarillo de las naranjas. La cáscara es dura y mi madre, sudada, corta los gajos con un cuchillito afilado. No son mis dedos. Me quedo quieta pero la cáscara se desprende, la piel se desprende y brilla en la olla mientras la cuchara la mueve. Esta va a ser comida para los pescados, dicen. Afuera, cantan diez hombres. Aquí, hay dos muertas.

(voy a estarme kieta para ke nada se mueva. Yo chikitika. Yo en mi kaza asentada en la kozina. A través del umo ke moja las ventanas se escuchan las kampanas de las eklisias gregas. Voy acia atrás para no saber lo ke estoy tokando, para no saber ke mi mano acaba en mis dedos, ke mis dedos están muertos. Mi madre se me soltó de la mano komo kuando se kitaba las puseras.  Tres meses dormimos yuntas nel ospital en una kamita de siyas. Tengo once anyos i voy acia atrás. Veo l’umo kaliente de la kozina i me inunda el guezmo amaryo de las narandjas. La kashkara es dura y mi madre, sudada, korta los gajos con un kuchiyito esmolado. No son mis dedos. Me kedo kieta pero la kashkara se desprende, la piel se desprende i briya en la oya mientras la kuchara la meneya. Esta va a ser komida para los pishkados, dizen. Afuera, kantan diez hombres. Aquí, hay dos muertas.)



mi madre no llora ni protesta. Trabaja sin parar. La ausencia de mi padre es un punto lejano en sus ojos oscuros que se humedecen mientras lava. Es tarde y las sombras se extienden y nos rozan la sangre. Respiramos como los peces y no nos decimos nada. Estamos solas, las dos. Casi como si él no hubiera existido. Apenas nos queda un nombre y una carta sin remitente: vendé la casa y venite. Mi madre levanta su cara hasta mi frente y la tela húmeda roza mi piel afiebrada. Siento el aroma áspero del jabón y el agua mientras juego a esconderme entre la ropa mojada. Mi padre no quería morir. Se fue huyendo mi padre, sin zapatos, huyendo del ejército turco que arrasaba con todo. Dijo vendé la casa y venite. ¿Adónde íbamos a ir nosotras? Mi madre dice mi nombre en vos baja. Ya es de noche y la ropa tendida gotea como si se fuera hundiendo, poco a poco, en la tierra.

(mi madre no yora ni kafurea.. Lavora sin parar. La partida de mi padre es un punto leshano en sus oyos escuros ke se umedecen mientras lava. Es tadre i la solombras se extienden i nos rozan la sangre. Respiramos komo los peshes i no mos dizimos nada. Estamos solikas, las dos. Kaje komo si él no hubiera egzistido. Apenas mos keda un nombre i una karta sin aderezo: vende la kasa i venite. Mi madre alevanta su kara asta mi frente i el lienzo arefreska mi piel kalenturienta. Siento el guezmo áspero del djabón i el agua mientras djuego a eshkonderme dentre la ropa moshada. Mi padre no kería morir. Se fue eshkapado, mi padre, sin chapines, fuyendo del ejército turko ke arrasaba kon todo. Disho vende la kaza i venite. ¿Adónde mos íbamos a venir mozotras? Mi madre dize mi nombre kon boz keda. Ya es la noche i la ropa tendida gotea komo si se fuera undiendo abagar abagar en la tierra.)


De Templo de pescadores, Alción 2013

Para qué lanzas tu red,
Señor.
Todo esto
te pertenece.
Yo
-en cambio-
planté semillas
que no florecieron.



La pelusa de las flores
cae
como la nieve.
Por encima
de los sonidos
que hacen
los pescadores
se escucha
la llamada
del shofar.
Mi cabeza oscila
como
la cuerda
de una hamaca.



El mercado de pescado
está inmerso
en sombras azules.
Veo el humo
de hacer el té
que se eleva
de las casas
y los árboles
esperando
su verdor.
La oscuridad
es el fondo constante
del corazón.



Llevamos años
viendo volar
las lágrimas
del sauce
y los hombres
siguen
sin volver.
No queda nada
de la primavera
salvo
el polvo fragante
y estas horquillas
que pesan demasiado.







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