lunes, 16 de marzo de 2015

Celeste Diéguez

Celeste Diéguez, 1979, Buenos Aires, Argentina. Publicó La capital, Ediciones Vox, Bahía Blanca, 2012, La capital, Cartonerita Niña Bonita, Zaragoza, 2012, La enfermedad de las niñas, Club Hem Editores, la Plata, 2013, El camino americano, Eloísa Cartonera, Buenos Aires, 2015. Participó en las antologías: Poesía Manuscrita Vol. 2, Antologías Artesanales de Poesía Argentina Contemporánea, Buenos Aires, 2009, Mangueras rojas y azules-poetas latinoamericanas, Los libros de l(a) imperdible, Zaragoza, 2010, El último día de verano, Club Hem Editores y Pixel Editora, La Plata, 2012, Re invención, Proyecto Madonna, Buenos Aires, 2013, Hijas de diablo Hijas de santo, Muestra de poetas hispanas actuales, Niñobúho Cartonera, Ecuador, 2014, Poesía de hoy y de siempre, Eloísa Cartonera, Buenos Aires, 2014.












Poemas de  El camino americano, Eloisa Cartonera, 2015.
I
Y ahí, bajo mi lengua,
 el gusto a hormigas del café
de ciertas estaciones de servicio
 gasolineras en  la ruta desvencijada.
Y en la pared de los baños tu nombre
escrito a las apuradas con el lápiz de ojos.
Vamos a curtir sin fin  las carreteras punteadas de postes
 polvorientos atajos empañan el retrovisor.
Hay una botella en la guantera 
y cada tanto
 un pequeño trago  nos desliza
 hacia la conciencia  vidriosa de la tarde.
La casetera deja escapar interminables solos de guitarra
y una armónica
 empuja velozmente hacia los costados la nada.
El chevy  hace ruidos al enfriarse
 y  los asientos contra mi cara  huelen a caballos  y a  nafta.
Vos sudoroso y de algún modo ausente
reproducís la mueca de la combustión.
Nos acomodamos la ropa. El pelo.
Das vuelta el casete,  enciendo un cigarro.
Un alambrado, un cartel que dice Ranchos.
Vamos con los ojos cerrados.
Vamos hacia el sol, con la capota baja.

II

Liberata / Monte Brown/ Dakota / Texas/La alameda /Auto/ Flamingos

Vamos a ver a  tu mamacita.
Oh si! vamos!
Ella esperará en el porche, rubia teñida, por supuesto.
Tomando el martini más seco,  sí, como su lengua.
Y  su  bata, una bata de seda lila
rauda de  palmeras copacabanas, se agitará levemente por detrás.
Esperará digo, fumando interminables cigarrillos
por la punta de su blanca  nariz sureña.
El humo hará señales de bienvenida, mi amor
Oh mama! venimos
desde otras tierras a traerte regalos.
Oh madre!
Traemos botellas y arándanos.
Venimos con el viento atrapado en una capelina
para soltarlo en torno a los columpios.
Madre habrá glicinas?
hay glicinas en Texas?  hay té helado?
 vestidos acampanados ?discos de música country ?
 hay la posibilidad de ver
una doma?


Medialunas  de manteca (Bill Monroe y los Blue Grass Boys-1939) (2:10)  

Soñé que teníamos dinero
y que al fin dábamos el Golpe.
Soñé que salíamos a la ruta vieja,
haciendo empalme con la 2,
y  con ese dinero en Atalaya
comprábamos medialunas
 de manteca y de grasa;
y hacíamos negocios nuevos
con los playeros, sí con los playeros.

La vagancia era nuestro destino
gastábamos a manos llenas,
vestíamos de lo mejor y olíamos bien
y en la cama del hotel
entre las pilas de dinero;
lo hacíamos, sí  lo hacíamos.

Pero solo era un sueño baby
y  era un lindo sueño,
pero  cuando desperté
oh ya sabes
a trabajar como todos los días
hasta que demos el Golpe.

Tomar  la ruta 2, tan verde
-al dar el Golpe
y después al sur , bajando y  bajando
-al dar el Golpe
hasta llegar a Madryn y ver los pingüinos
-un buen Golpe
y las ballenas francas
comiendo medialunas;
de manteca y de grasa,  de manteca y de grasa.

VII

Bahía de Samborombón /Salty River /Chis chis /Cabeza de Vaca/

“Hay  carnada”
El chico  ataviado
con una vieja chaqueta de la marina
al costado de la carretera,
nos hace señas.
Me lo imagino temprano,
 cuando la niebla de la noche aun flota
cerca del suelo, tumbando troncos
hurgando con un palito o los dedos
para sacar entre gritos de júbilo
las gordas lombrices que venderá luego
por  algunos peniques, en rojas latas de tomate.
Vuelven los recuerdos de esas madrugadas
cuando mi  padre  me llevaba de pesca
paciente me enseñaba a encarnar el cebo,
los gruesos dedos tornasolados de escamas;
ponía el vino a la orilla
junto a  los duraznos
para que los enfríe la corriente.

VIII
California/Villa  Gesell/ Santa Teresita 

Estuvimos parte de la mañana
acarreando blancas maderas pulimentadas por el océano.
Luego llegaron  los surfistas
riendo y hablando de la altura de las olas,
gastándose bromas y apostando.
Y era bello verlos secarse al sol
 extendidos sobre las tablas encajadas en la arena.
Toda esa  masculinidad tostada, displicente y ociosa;
 los trajes de baño enrollados en las  piernas marcadas.

Por la noche
Encendieron la fogata

Sosteniendo  entre  mis rodillas
 la  lata de cerveza que empieza a entibiarse,
 entono desafinada  las canciones de siempre;
las viejas canciones de playa
que parecen renovarse en cada temporada.

 Hacemos palmas y gritamos cada vez más ebrios.
Cada tanto alguien se separa del grupo
 para orinar bajo las estrellas

en la inmensa noche americana.







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