lunes, 21 de diciembre de 2015

Cuatro poetas: Yamil Dora, Laura García Del Castaño, Diego Roel, Hugo Zonáglez

YAMIL DORA























8



habría que saber matar
en seco cualquier diciembre

dejar crecer el silencio

pegar un salto hacia abril

si tuviese enfrente algún dios
y con él hablara sentado

le haría oler un enero

su horrible olor a morir



22



veo un hombre solo
que va
camino del cementerio

no lleva flores
ni pan

el vino lo lleva adentro

quien vio morir

quien ha visto

la muerte no tiene dueño

quien vio besar esos labios

quien hizo de un río el fuego

veo un hombre solo
que va

un hombre solo sin dueño

un barco lo espera
y el mar

la muerte la lleva adentro



34



mi abuelo vivía en Homs
Siria
cinco litros de sangre vinieron en barco
vengo de ahí
de las calles de Homs que caminaban
mi abuelo
mi abuela
nunca me sentí menos que otro hombre
ni más que otro hombre
siempre me sentí menos que un niño
un hombre que muere en Homs
puedo ser yo
un niño que muere
mi hijo
un anciano
mi abuelo
de Homs a Casilda
hay mucho que andar
mi abuelo
se llamaba Wasfi
mi mamá me puso Yamil
para que no me olvide
para que todos sepan
del lugar donde vengo



38



a mi abuela Lalá



podaron el árbol
que a vos te gustaba

se acerca el verano
y tu sombra no está

se acerca el verano
y yo sin raíces

me acerco a tu tumba
y no sé a quién rezar



45



paso por alto el dolor
me levanto cansado
no puedo dormir
abajo Lalá
el Toto
la Mary
cada uno dejó
su rincón
su secreto guardado
a mí
todavía me empujan los vientos
me lleva el amor
puedo salir
y volver
puedo empezar y llorar como un niño
ese de arriba
el que no tiene placa
ni fecha
ni nombre
ese nicho es el mío



Yamil Dora (Casilda, Santa Fe, 1971), Un hombre encima del mar. Ediciones Del Dock. Buenos Aires. 2015.

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LAURA GARCÍA DEL CASTAÑO





















los demonios del mar

cada día que asistí
a la defunción de un hombre o de un atleta
cada noche que arrojó
mi vida al fuego o al ensayo
la desilusión que me arrastró en su oleaje
los fuegos que estallaron en China
para ahuyentar a los demonios del mar
tan semejantes a la detonación de una mujer cercana
el picaporte gastado
por un antiguo instinto de huir
el chofer que anunció los cinco minutos finales
Chopin, que me acompañó en cada viaje
las hileras de árboles
que advertí sólo de regreso
las tardes que pasé a los seis años
cuidando esos cachorros
o las horas que paso aquí
centinela de lo perdido
han sido por desandar
por no ser domesticada
delirar un salmo
leer en voz alta algún pronóstico
el mate que mi padre dejó cargado esa mañana
su amigo ferroviario
en el trencito del parque Las Heras
la desolación que pude ver en sus ojos
ha sido desandar
ayudar a no rendirse
subir al podio que no premia
nadar tras los demonios del mar
encandilar a los cachorros de la desolación

los minutos finales
de un viaje y los nocturnos
la hilera de árboles
que advertí sólo de regreso
el tren más inofensivo de una vida
en el verano del 86
el ferroviario que miraba
sin llegar más lejos
su esperanza huyendo
por esas vías cruciales
el picaporte que alguien gastó 
por desandar y no ser domesticado
todo ha sido desandar
y no ser domesticado
asisto a la defunción
de un hombre o de un atleta
ensayo la detonación
de una mujer cercana
predico un nuevo gran pronóstico
hago estallar los fuegos del mar
para ahuyentar a los demonios del amor


afuera aúllan los lobos
salir de un cuarto deshecho
mientras afuera aúllan los lobos
andar con algo menos, como arrancado
ordenar los poemas
mudar lo que resta entre nosotros
comprar peces, cortar el jamón
advertir una nitidez esclava de lo perdido
rompo la camiseta que me regalaste
uso su manga para limpiar los muebles
arruinados por la obsesión que el tiempo
tiene con nosotros 
queremos lo que no hay
y tironeamos de los demás para que ocupen ese traje
¿somos estadías en la ausencia o somos el rastro?
estas noches tienen las facciones de lo eterno
soñé con el infarto de mi mano izquierda
soñé con el techo de ese hotel
reflejando nuestra fiebre
te abrías como una flor carnívora
adentro raspabas
como las uñas de un muerto
soñé que el dolor tenía la profundidad de un pozo
donde se ahogaba alguien llamado Oscar
desperté
escribí la palabra llave para liberarme
miré una vez más tus fotos
la de tus pies
tiene tal placidez
que nunca pude advertir que huirías


el amor nada como un hombre a punto de hundirse
                                     
una miga filosa en la cama nos muerde
algo peligroso flota en el té
el calefactor golpea a las arañas pacíficas
dejé un texto sobre la mesa,
junto al pan y los remedios
hay algo en él, a fuerza de ajustar
con austeridad y encanto 
el centímetro de ruedo que cortar
a la manga de un saco luminoso
pero ¿qué no corté aquí
qué vísceras no ajusté
qué terquedad de telas te vistieron
o qué sobró en este traje?
¿qué palabras malditas dijiste anoche
que en mi estómago la huella de tu pie está ardiendo?
mi corazón se enciende ante los vientos de agosto
los vientos de agosto conducen
a cien kilómetros por hora
arrastran los incendios
nadie se da cuenta hasta que el fuego
llega hasta su casa
llega hasta el ganado
despierta a quien dormía
dormía cuando llegaste
intenté frenarte con austeridad y encanto
golpearte como el aire del calefactor 
a las arañas pacíficas
intenté que te dieras cuenta
pero todo será igual
yo saldré y tú habrás vuelto y así estaremos
nadando de punta a punta en el mismo estanque
hundiéndonos en la mitad de las conversaciones
sin poder descansar
ni secarnos al sol de alguna tregua
sin poder contemplar la luna ni las costas
ni la balsa color turquesa
ni el tiburón aterrado por nuestras disputas
nos perderemos erráticos y cabizbajos
en esa última burbuja que escapa
de lo que al fin acaba
por ahogarse


a la altura de tu corazón

que no estuve a la altura de tu corazón 
que soy un alma oscura marchitándote
que mi nombre es largo y pretencioso
que tus labios no venían cansados ni sedientos
apenas si fui tu primera constelación 
el segundo pecho que has bebido, un oscuro marcapaso
que no pudimos concebirnos, fecundarnos
que este amor ha sido armado, intencional
el nudo en tu pelo rojo
lo desnucado, lo torcido
que desteñí tu camisa
rayé el disco del adagio
que no te mostré el mar
con la rama de espantar los perros
que todo lo que escribo
es animal, salvaje y velocísimo  
y que vos te lo has montando
en mi cara
para huir



Laura García Del Castaño (Córdoba, 1979), Los demonios del mar. Ediciones Del Dock. Buenos Aires. 2015.
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DIEGO ROEL





















Vía Lucis

El que Es Sin defecto y Grande
me habló a mí, que soy pequeña y triste,
para que pueda formar en mi mente letras desconocidas,
para que de mi boca salga un verbo nuevo,
una expresión más leve, una palabra que atraviese
los mares y las islas,
que resuene en los últimos términos de la tierra.
Sí, yo siempre estuve callada y guardé silencio.
Pero ahora Tu Voz en mí se expande y multiplica
como voces de mujer que está de parto,
como voces de mujer que está muriendo.
Ahora Tu Voz en mí se expande.
Cuando pase a través de las aguas del gran Río
no me anegarán sus corrientes.
Cuando salte en medio de las llamas
no me quemaré.
El que Es Sin defecto y Grande
me habló a mí, que soy pequeña y triste.


Infancia

Desde niña escucho Tu Voz.
En el vientre de mi madre escuchaba los aullidos de los ángeles:
aullidos de mi voz que eran mi voz de nuevo aullando.
Nunca se ha cortado ese cordón umbilical.


Svicias

Yo no soy instruida:
sólo escribo lo que oigo y veo.
Hablo de un camino que se abre en el desierto,
de manantiales de agua en un país extranjero,
de un hombre con ojos de barro.
Hablo de Aquél que extendió los cielos
y fundó la tierra,
del que cumple siempre sus oráculos.
Sólo escribo lo que oigo y veo.

Carta a Gibert de Gembloux
Yo no puedo escribir como escriben los filósofos.
No soy docta. Sólo escribo lo que oigo y veo.
Mis palabras no están pulidas:
son como una llama centelleante,
son como nube movida en aire puro.
A veces veo una luz adentro de la luz
y de mi memoria es arrancada
toda tristeza y todo dolor:
hablo, respiro y me muevo como una niña.
Yo sólo digo lo que en los secretos celestes aprendí.



Diego Roel (Temperley, Buenos Aires, 1980), Vía Lucis. Ediciones Del Dock. Buenos Aires. 2015.

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HUGO ZONÁGLEZ






















Vampiro

Cuando caía el sol
nos gustaba jugar
a que yo era un vampiro
y ella
mi víctima predilecta
debía deja mi rastro
en su cuello blanco
tenía que acecharla
como un experto cazador nocturno
medir la temperatura del ambiente
rodear su perímetro
de tal manera
que no tuviera a dónde ir
la sed
el principal motor
en ese estado no-muerto
a la espera
de su caudaloso río rojo
aunque me gustaba más
cuando ella
me sorprendía durmiendo
una entrada tan sigilosa
como veloz
y me clavaba
sus enormes colmillos.

Dr. Jekyll / Mr. Hyde

Cuando la sombra más oscura
me alcanza
en el momento en que la noche
se despedaza como un gajo
y me permite entrar
me hace sentir
que soy parte
de su negrura
los rasgos
empiezan a marcarse
el tono de voz cambia
se hace fuerte
denso
y caigo en la única cuestión
¿hasta dónde seré capaz de llegar?


Guasón

Creo que estamos destinados
a hacer esto
una y otra vez
cada acción
a la que le impregno mi huella
es para llamar tu atención
quiero saber
quién sos
de una vez por todas
lograr que rompas las ataduras
que rigen tu oscura vida
ahora sólo mirame a los ojos
obviemos las ropas
en el fondo sabés
no somos distintos
¿qué haría yo sin vos
si simplemente me completás?
te necesito
como vos también a mí.



Pernocte

Le hablo
a un intercomunicador
pido una habitación
me pregunto
si los anónimos somos nosotros
o los que están del otro lado
por un buzón
aparece una llave con un número
caminamos por pasillos alfombrados
desodorante de ambiente
puertas blancas numeradas
todo parece estéril
quizás
la entrada a cualquier mundo
sea de esta manera
abro la puerta
con un pequeño empujón
las luces rojas
bañan cada mueble
la cama parece
una bolsa de cuero
rellena de agua
con cada movimiento
hace un sonido
como si también
tratara de devorarnos
los espejos partidos
divididos en lugares
que nunca hubiese imaginado
me siento como si fuera
Conan el Bárbaro
solo
encerrado en una cueva
con un monstruo intocable
que se desvanece
al querer atravesarlo con la espada
a lo mejor
debería romper los espejos
para que esta noche
no haya monstruos.

Hugo Zonáglez (Buenos Aires, 1985), Días perfectos. Ediciones Del Dock. Buenos Aires. 2015.










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