miércoles, 29 de abril de 2015

Florencia Walfisch

Escribe y hace Artes Visuales. Realiza muestras individuales y participa en exposiciones colectivas, salones y proyectos interdisciplinarios. También en lecturas y encuentros de poesía. Publicó Sopa de Ajo y Mezcal (Coneculta, Chiapas, 2004). Sus textos se incluyen en diferentes publicaciones y antologías. Vive y trabaja en Buenos Aires.













foto de Ana Lafferranderie



“Vengo a traerte noticias del mundo”, le dijo el pájaro de su jardín.
Así el primero, luego todos: pájaros en el jardín de Magdalena.

Es como un sueño, pero no es un sueño. Traigo los manjares del insomnio y el riesgo de  la contemplación. La realidad te habita; inventa tu morada.
Llueve en las regiones en donde no es posible hablar, pero sí ver, sí tocar. Erosioné, velé; luego puse. No estoy soñando, estoy dando al sueño la naturaleza de lo que sé.

Voy a dormir, pero sólo para traer del sueño noticias frescas de la vida.

Vengo a poner la furia en un lugar; el dolor en la sombra de las cosas. Lo fugaz en lo inmóvil, disfrazado, como si alguna vida fuese posible en la inmovilidad. Está la muerte, ya lo sé. Pero verás también en su definitiva quietud la grieta por donde el movimiento sigue.

En la siesta o abierta en la noche. En un sentido no hay umbral, porque umbral es  territorio. De todos modos, quizás, se puede cruzar. Pasar mil veces.
Esta es mi casa. Estoy de pie mirando cómo se abren las flores. Esa delicia se agrava hasta volverse enorme como la pasión. Pero no temas a lo grave, porque lo grave traerá su corola de augurio y en la fruición de la vida los frutos nos darán su jugo.

Allá llovió; acá hubo un huracán: lo traía en mi piel, encendido como un diluvio de papel picado. Antes el invierno tendió puentes grises; la humedad del hielo también tuvo su olor. Si el viento dejase otras huellas a su paso, lo reconocería. Ahora sé: en los ángulos que engarza, esa palmera lo delata.

¿Sabemos quién gritó?

Quisiera ser liebre para abrigarme en la materia de esa guarida. Pero tengo dos manos, no puedo dejar de buscar y mi instinto me aferra al lugar donde respiro.
Aprieto las manos, toco los secretos del bosque. ¿Fui nieve? El secreto del bosque es el bosque; el sendero por donde caminé, que no existió más que bajo mis pasos. Tengo las manos inflamadas de tanto color y mis huesos a veces tiritan lo gris. En el negro también hay un nombre. No te aferres, un nombre expandido puede ampliar su territorio; no las cosas, la hendidura de las cosas.

Si aquello que no está, estuviese, la cacería no tendría sentido. Soy el perro guardián de ese umbral, traigo noticias frescas para horadar el cielo.

¿Cuál tiempo, el nuestro?

Observo: estoy de pie en mi jardín mirando cómo se abren las flores.


Florencia Walfisch
Buenos Aires, septiembre 2009

texto para la muestra ladran pájaros en mis sueños, pinturas de Magdalena Rantica, septiembre 2009 publicado en la revista Dulce X Negra, n° 10, diciembre 2009



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